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Era domingo de noche y por el ring habíamos visto desfilar a tres gringas enfundadas de spandex, una mexicana, dos muchachos muy chaparritos, un enano, una especie de somelier mezclado con microbusero, un japonés, un italiano musculoso y unas cosas muy de Jodorwksi y Dalí con sobredosis de frutsi.
Tenía entendido que era un ring y que habría más lucha libre, pero cuando entró la especie de rúbrica que caracteriza a cada luchador resonó “La vida es un carnaval” de Doña Celia Cruz y presentaron a Pimpinela Escarlata caí irremediablemente en el encanto de la lucha: Polvo de Estrellas y La Pimpi juntos luchando contra o con (jamás me quedó claro) El Mesías, Kenzo Susuki, Marco Corleone, el enano y el Somelier/Microbusero.
Están los rudos, los técnicos pero también los exóticos. Definidos por Box y Lucha como atletas refinados en su vestimenta, bien peinados, con un caminar muy curioso y particular, fino; los exóticos nacieron con Dizzy Davis, -que después se convirtió en Gardenia Davis- quien modificó la estética clásica del luchador estándar. Implementó un concepto estrafalario y vanidoso en sus apariciones sentando un precedente para luchadores que después continuaron con la tradición.
Estos gladiadores se preocupaban por mantenerse pulcros y arreglados durante sus luchas a pesar de todos los golpes recibidos. Entre varios gladiadores con ese estilo conocimos a la Ola Lila formada por El Bello Greco y Sergio ‘El Hermoso’ pero a través del tiempo, el concepto de exótico fue cambiando y desde hace años se incorporaron los luchadores que juegan o se conciben como homosexuales: llaves que se tornan en sodomizaciones apócrifas, besos robados a los oponentes como máximo halago y máxima humillación, jotería y glitter expandiendose cadenciosamene por todo el cuadrilátero.
Los 22 años de experiencia luchística de Doña La Pimpi, dignísima y elegante heredera de la tradición de Gardenia Davis es un espectáculo queer que dejaría boquiabierto al mismísimo Foucault.
¿No me creen? Vayan a verle.
Por Cris De La Fuente
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