jueves, 13 de mayo de 2010

Del zoológico a la butaca



En el cine, en el teatro, en las bibliotecas y cualquier espacio que exija silencio por respeto a los demás, los he encontrado por montones.

Las últimas dos veces que he ido a un foro pequeño a ver una función (la primera fué en el A Poco No y la segunda en La Capilla) me he encontrado con un desagradable espectáculo que grotescamente se desarrolla abajo del escenario, se desarrolla lejos del reflector: en el público.

Primero, disfrutando el espectáculo de Nora Huerta, Yo soy Bárbara, un señor como de 55 años insistía en no sólo contestar su teléfono con estridente ringtone de Star Wars sino que se tomaba la libertad de pasar el teléfono a una señora que lo acompañaba.

Ante tal descaro y amparada bajo las libertades del cabaret, por lo menos dos veces, Nora Huerta se vió en la necesidad de frenar el espectáculo:

-"Vamos a esperar a que el señor conteste su llamada, porque es evidente que es más importante tanto para él como para nosotros que el show", dijo Nora en tono sarcástico.

(Todos mirando al señor. Todos riéndonos.)

Y el señor contestó la llamada que duró como 45 segundos, le pasó el teléfono a su acompañante y fue ella quien la dió por terminada mientras la exasperada actriz esperaba recargada en el piano de cola.

El show continuó...

Podríamos imaginar que después de tal bochorno el señor,con mucho decoro después del papelón que acababa de hacer, apagaría o pondría en modo vibrador su celular, pero no...a los quince minutos, en medio de un número musical, un tango, volvió a sonar, al mismo volumen que la vez anterior.

Aún más desagradable nuestra experiencia de ayer en la Capilla viendo Last Mar. Otro de estos individuos -que era el equivalente bipedo a una morsa- se empeñaba en romper la conexión empática entre Carlos Valencia y su público...

Imaginen, Last Mar en su cúspide y este cabrón bostezando una y otra vez sonoramente:

-"Yaaaaaaaaaaaawn", y carraspeaba como sólo los mayores de 40 saben carraspear , para rematar.

Después le dió sed, entonces su caompañante, una mujer contemporánea a él -tal vez su esposa- le dió una botellita de agua. El hombre-morsa sació su sed y para hacérnoslo saber succionó el aire de la botella -un par de veces después de terminada su agua- e hizo crujir alegremente el PET.

En el público, ya había gente conmovida hasta las lágrimas por la obra y todos todos todos, dejamos de prestar dos segundos de atención para enviarle una mirada incrédula y censora.

Como contestación, boztezó escandalosamente una vez más. Yo le quería pegar.

Pero ¿qué les pasa? ¿por qué lo hacen? ¿ganan algo? ¿a los actores les molesta verdaderamente o están acostumbrados porque abundan?

Putamadre con estos cabrones, en serio.

De el hombre-morsa sólo puedo agregar que al terminar la obra no aplaudió.

Luego contemplé la posibilidad de que todo fué por intolerancia.

Anexo un fragmento de la carta del hombremorsa al actor:
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Actor jotito:

Bostezo porque me das igual y quiero distraerte, porque no te respeto ni como actor ni como persona.

Hago ruidos con la boca a la menor provocación porque quiero que tanto tú como los demás sepan que no estoy de acuerdo.

No te aplaudo porque -te reitero- te desprecio.

PS: Jódanse tú y tu audiencia -que pagó su boleto para verte -a quien también desprecio.

Gracias.

El hombre-morsa
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Les ofrezco otra posibilidad: que alguien me diga... ¿la intolerante estoy siendo yo?
Les prometo que próxima vez que me tope con uno de estos me entrevistaré con él al terminar el espectáculo y les platicaré.

Mientras tanto no más foros chicos por esta semana para mi.













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